lunes, 9 de mayo de 2016

Las rejas de la libertad



Por Andrés Colmán Gutiérrez

Los símbolos más revolucionarios a veces resultan contradictorios.
Hace casi un año, para motivar a ponerse de pie y movilizarse en reclamo de una mejor educación, los alumnos del Colegio Cristo Rey se sentaron y quedaron inmóviles, todos juntos en el suelo.
Así impusieron las célebres "sentatas", que se extendieron en oleada por colegios de todo el país, creando un clima de indignación y rebeldía ciudadana, generando la multitudinaria marcha de secundarios del 18 de setiembre de 2015 y abriendo puertas a la gran revuelta estudiantil universitaria de #UNAnotecalles.
Paradoja u oxímoron: Convirtieron un gesto estático y pasivo –el de sentarse y quedarse quietos–, en un dinámico elemento movilizador.
Esta semana, los chicos y chicas de la Organización Nacional Estudiantil fundaron otro poderoso símbolo, que ya está grabado en el inconsciente colectivo paraguayo: el de la ventana de la esperanza y las rejas de la libertad.
En la mañana del martes, cuando los integrantes de la ONE tomaron el colegio República Argentina, en realidad pensaban ocupar todo el edificio, pero al percibir que la policía rompía la puerta para sacarlos, diez de ellos decidieron atrincherarse en un aula, que tiene una ventana con rejas hacia la calle.
Es una descascarada ventana con barrotes de metal, tan clásica en las casonas asuncenas de estilo colonial. Una ventana de postal turística, como la que describen músicos y poetas en románticas escenas de furtivas serenatas.
Esa ventana se volvió la más famosa del país, al ser el único nexo de comunicación de Camila, Éver, Brisa, Arnaldo, Sofía, Daniel, Rodney, Alfredo, Fátima y Darío con el resto del mundo. A través de esa ventana, aferrados a los barrotes, transmitieron su mensaje a los medios de comunicación, recibieron víveres y abrazos de solidaridad, percibieron cómo iba creciendo la ola de rebeldía cuya mecha ellos y ellas habían encendido, y desde allí contemplaron cómo el Gobierno acusaba el golpe y una ministra de Educación era derribada de su soberbia y su terca negación de la realidad.
Diez adolescentes tuvieron que encerrarse para ayudarnos a ser más libres. Tuvieron que suspender sus clases por la fuerza, para impartir la mayor lección de coraje cívico y de necesaria unidad para forzar los cambios. Contradictorio país, en el que los jóvenes educan a sus mayores.
La caída de una ministra no resuelve el problema, pero vuelve más visible el gran desafío. Pareciera que los jóvenes tienen claro lo que hay que hacer, pero para que puedan lograrlo necesitan que los sigamos acompañando solidariamente.
Hay una nueva ventana abierta al futuro y esta no tiene rejas. De todos depende que no vuelva a cerrarse.


(Publicado en la columna “Al otro lado del silencio”, sección Opinión del diario Última Hora, edición del sábado 7 de mayo de 2016)

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