miércoles, 5 de agosto de 2015

Las pequeñas grandes satisfacciones del periodismo

Los periodistas no somos policías, ni fiscales, ni jueces. 
Cuando investigamos un hecho ilegal o irregular, lo hacemos esencialmente para informar acerca de ello, pero la acción que debe seguir en el campo de la justicia o de la política, ya no nos corresponde, sino a los agentes del Estado, que son quienes deben tomar el tema y proceder en consecuencia.
En el Paraguay, sin embargo, los periodistas nos hemos acostumbrados a que nuestros trabajos periodísticos queden en el “opa rei”, el folklórico nombre que le damos a la impunidad.
En lugar de tomar e indagar más a fondo lo que a veces revelamos, los actores del poder y de la Justicia casi siempre acaban encubriendo el asunto, probablemente porque tienen muchos intereses que se ven afectados o en peligro en lo que se revela.
“Ser periodista es una frustración” había escrito al respecto, hace ya varias décadas, el colega y maestro Alcibiades González Delvalle. Sin embargo, también hace mucho que los periodistas esencialmente dedicados al oficio investigativo hemos decidido no rendirnos ante esta triste realidad, y hemos decidido seguir trabajando, aceptando la idea de que, aunque nuestras investigaciones no produzcan sanción judicial o política, deben producir al menos una sanción moral: que la gente sepa lo que pasa y catalogue a los que documentadamente se compruebe que son corruptos, como lo que en verdad son: bandidos, sinvergüenzas, traidores a todo aquello que la sociedad espera de ellos…
Aun así, siempre abrigamos la secreta esperanza de que nuestro trabajo periodístico investigativo produzca efectos, no solamente en la conciencia de la gente, sino también en la acción de las instituciones del Estado.
Por ello, es una satisfacción para quienes abrazamos este género, que este miércoles 5 de agosto de 2015 se haya iniciado el primer juicio político a dos altos funcionarios del Estado –en este caso el contralor general Oscar Velázquez (del Unace) y la subcontralora Nancy Torreblanca (del PLRA)-, a partir de un caso de corrupción denunciado por una investigación periodística, lo que se ha dado a conocer popularmente como “el caso de la secretaria de oro” o “el caso de la secretaria vip”.
Más allá de las razones políticas o coyunturales que provoquen este saludable fenómeno, y más allá del resultado final que pueda llegan a tener, lo que está sucediendo es muy importante para fortalecer el proceso democrático, ayudando a la transparencia, a la lucha contra la corrupción y la impunidad, a la vez que fortalece un modelo de periodismo que indaga, que cuestiona, que denuncia, que pone en evidencia los abusos.
Es particularmente aún más satisfactorio que ese trabajo haya sido iniciado en Última Hora –el diario en que me toca trabajar desde hace décadas-, a cargo de una compañera tenaz como Rossana Escobar, tan modesta que ni siquiera firmó la mayoría de sus reportajes. Esta es la historia de cómo se inició la investigación y cómo fue creciendo:

Como decimos en el título: Son pequeñas grandes satisfacciones que uno a veces tiene en este oficio.

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