miércoles, 2 de octubre de 2013

Danza mortal sobre los Saltos del Guairá



Revisando el archivo para preparar una edición especial por los 40 años de Última Hora, me encontré con esta pequeña joyita.
Es un reportaje que me tocó realizar en julio de 1980, para El Correo Semanal de Última Hora, junto con el fotógrafo Jorge Adorno (jefe de Fotografía de ÚH durante muchos años).
Yo tenía entonces 19 años de edad y hacia menos de un año que había ingresado a formar parte de la Redacción. Algunos amigos de mi ciudad adoptiva me avisaron entonces que un acróbata alemán había pedido autorización a las autoridades del Municipio para realizar un show de acrobacia: Se proponía cruzar caminando sobre un cabo de acero (sin red) sobre los Saltos del Guairá, uniendo las fronteras de Brasil y Paraguay.
Aquel podía ser un reportaje fantástico. Se lo propuse a Tony Carmona, entonces editor de El Correo Semanal (en esa época, el suplemento tenía un perfil más de revista de fin de semana, que del actual estilo cultural), quien me dio luz verde y me facilitó todos los recursos para el viaje.
Partimos en una vieja camioneta Ford F100, pilotada por el recordado Bartolomé “Loro” Insfrán. Viajamos por territorio brasileño, via Foz de Yguazú, ya que en esa época, desde Coronel Oviedo hasta Salto era camino de tierra, y con las lluvias se tardaba días en llegar. En Guaíra (la ciudad brasileña frente a Salto del Guairá), pudimos ubicar al acróbata y hacerle una primera entrevista.
Así conocí a Peter Rehlinger, el aventurero alemán de 44 años de edad, que recorría el mundo realizando hazañas acrobáticas en lugares desafiantes. Buscaba el Record Olímpico Mundial.
El día 12 de julio de 1980, a las 14:52, Peter inició su show. Había un cabo tirante de extremo a extremo, de país a país, sobre el cañón del río Paraná, con el fondo de la Séptima Cascada, la llamada “Garganta de Diablo”.
Multitudes de curiosos se agolpaban al borde de los barrancos, a ambos lados del rugiente río fronterizo. Dice la crónica que escribí entonces: “La expectativa crece, hasta que una figura vestida de blanco empieza a dar los primeros pasos sobre el cable, desde la costa brasileña. Su figura, más bien pequeña, apenas se destaca entre el imponente escenario natural. Lleva en sus manos una barra de equilibrista con una bandera brasileña ondeando al viento. Por instantes, el rumor inmenso de las cascadas parece bajo los aplausos de la multitud”.
Tardó doce minutos en cruzar el cañón de 250 metros de ancho. En la costa paraguaya, fue recibido por el gobernador (Juan Vicente Caballero) y el intendente de Salto, coronel Isabelino Pimienta (padre del hoy médico y sindicalista César Pimienta), a quienes entregó la bandera brasileña y estos le entregaron una bandera paraguaya. Allí me dijo: “Estoy apenas un poco cansado, hay mucho viento y resultó bastante difícil. Pero creo que puedo volver a hacerlo”.
Acto seguido volvió a cruzar, llevando esta vez la bandera paraguaya, pero se detuvo en medio del río, donde un trapecio colgaba del cabo. Amarró la bandera y empezó un show de trapecista, que tuvo más de una hora de duración. Se acostó sobre el cable, se balanceó, se dejó colgar de una pierna, de un pie, de una mano.
Reproduzco otro párrafo de aquella crónica: “Su nombre es Peter Rehlinger y en un increíble show suicida, lleno de simbolismo, burló a la muerte sobre los Saltos del Guairá, unió la frontera de dos países y todavía se dio el lujo de bailar sobre el cable con los ojos vendados. Si decimos que hasta las cascadas próximas a desaparecer, callaron su voz para dejar oír la ovación del público, tal vez no estemos exagerando…”.
Dos años después empezaría a formarse el llamado Lago de Itaipú, para poner en funcionamiento a la represa hidroeléctrica, ahogando a los portentosos Saltos del Guairá, matando así a una de las consideradas Siete Maravillas de la Naturaleza en el Mundo.
En homenaje a aquellas inolvidables cascadas, que marcaron el utópico paisaje de mi adolescencia en la frontera de Canindeyú, rescato hoy estos recuerdos periodísticos…



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