lunes, 3 de junio de 2013

Luis Alberto Lindstron: Viaje al corazón de las tinieblas


El ganadero Luis Alberto Lindstron, asesinado el viernes 31 de mayo de 2013, en Tacuatí, había sido secuestrado por el grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) en julio de 2008. Esta es la crónica de cómo fue aquel secuestro, extraído del libro “EPP, la verdadera historia”, de Andrés Colmán Gutiérrez, editado en fascículos por Ultima Hora, en noviembre de 2011.  

#CrónicasDeLaMemoria


Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman


“Parece que hay visitantes”, pensó el ganadero Luis Alberto Lindstron Picco, la tarde del jueves 31 de julio de 2008, cuando llegó en su camioneta Toyota Hilux, color plateado, chapa ARZ232, hasta un retiro de su estancia La Brasilerita (también conocida como Viudita Cué), en la zona de Kurusu de Hierro, al Sur del Departamento de Concepción, para dejar víveres a sus trabajadores, y percibió que un hombre extraño, vestido con uniforme militar vamuflado, se acercaba a recibirlo. La sorpresa se convirtió en susto, cuando vio que el desconocido portaba una pistola ametralladora Uzi, y le apuntaba directamente al cuerpo.
“Al llegar y bajar de mi camioneta, sale un hombre con una metralleta, me apunta y me lleva directo a la administración, y ahí me di cuenta de que ya le tenían dominados a mis empleados, quienes estaban recostados contra la pared, custodiados por tres hombres, todos con armas largas”, contó el ganadero, en entrevista con Última Hora.
La toma de la estancia se produjo cerca del mediodía del jueves, cuando cinco hombres armados surgieron de la espesura y rodearon a los peones. Llegaron por un bosque cercano a la propiedad, cruzando el arroyo Ka’agata. El establecimiento de Lindstron está al borde del río Ypané, que divide los departamentos de Concepción y San Pedro, cerca de Tacuatí, localidad de la cual el ganadero fue intendente municipal.
Entre los atacantes fueron reconocidos Osvaldo Villalba, comandante Alexander, principal líder del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), y su segundo en el mando, Manuel Cristaldo Mieres, comandante Santiago.
Tras inmovilizar a los peones y enterarse de que el dueño de la estancia no se encontraba, pero llegaría en horas de la tarde, decidieron esperarlo. Aparentemente no pensaban secuestrar por mucho tiempo a Lindstron, sino cobrarle el “impuesto revolucionario” que el EPP exige a ganaderos y empresarios rurales que operan en su zona de influencia, pero la situación tuvo que ser alterada.
“Uno de ellos me llevó hacia la pieza y me pidió una cantidad de dinero para liberarme. Yo no pude conseguir el monto solicitado en seguida, pero sí para el día siguiente”, relata Lindstron. La suma que le exigieron en ese momento fue de 80 millones de guaraníes.
“Sin embargo, antes de que llegue la plata, se complicaron las cosas, porque otros empleados míos se fueron a la estancia, y fueron repelidos con tiros al aire por los secuestradores. Allí, en seguida me alzaron a mi camioneta y tomamos rumbo a Kurusu de Hierro, pasamos a Paso Tuyá, y cerca de un monte nos bajamos de la camioneta, y nos internamos hacia el monte”, narra el ganadero.
Los integrantes del EPP ocuparon la estancia desde el mediodía del jueves 31 de julio hasta la mañana del viernes 1 de agosto, manteniendo cautivos a los peones y a Lindstron por casi 20 horas. Durante ese tiempo, el ganadero se puso en contacto con familiares para obtener el dinero. En la mañana del viernes, el capataz Ramón Martinez y otro empleado se acercaron al establecimiento, pero los disparos sobre sus cabezas los obligaron a retroceder. Los miembros del EPP alzaron a Lindstron en su propia camioneta y escaparon del lugar.
Los empleados y familiares de Lindstron ya habían avisado a la policía, y una patrullera inició la persecución, alcanzando a los secuestradores en el momento en que abandonaban la camioneta, en la zona de Paso Tuyá, para internarse a pie en la espesura.
“Unos ocho efectivos policiales llegaron detrás de nosotros y comenzaron a dispararnos. Los secuestradores, que eran cinco, también dispararon e hirieron a dos policías. De allí comenzamos a caminar casi dos kilómetros. Recién a la noche nos movimos otra vez de nuestro lugar”, recuerda Lindstron.
Durante el enfrentamiento, el suboficial segundo Quintín Melgarejo y el suboficial ayudante Julio Fernández cayeron heridos por las balas del EPP. Los demás policías prefirieron no adentrarse en el monte y abandonaron la persecución para trasladar a sus compañeros heridos a un centro asistencial.

El EPP empaña la victoria electoral de Lugo

El secuestro del ganadero Luis Alberto Lindstron se produjo en un momento político especialmente significativo para el Paraguay, a apenas 15 días antes de que asuma la presidencia de la República el ex obispo de San Pedro, Fernando Lugo, quien había ganado las elecciones del 20 de abril de 2008, al frente de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), que derrocó por primera vez al Partido Colorado tras casi 60 años de permanecer en el poder.
La conmoción mediática causada por el nuevo secuestro realizado por el grupo armado, que ya entonces se reivindicaba como un presunto proyecto guerrillero, con la denominación de Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), empañó el ambiente de gran expectativa ante un histórico cambio político.
Los principales referentes del Gobierno saliente, del presidente Nicanor Duarte Frutos, sintieron que tenían ante sí un nuevo grave caso de inseguridad ciudadana, que no se iba a resolver en tan poco tiempo, empeorando aun más la imagen de la administración que dejaban en herencia a sus sucesores.
Para las nuevas autoridades, igualmente, el caso iba a representar un gran desafío, particularmente porque seguían instaladas las acusaciones políticas de que el propio presidente electo, Fernando Lugo, tenía algún tipo de conexión ideológica y política con los principales dirigentes del EPP, ya que había conocido a varios de ellos en el pasado, desde su condición de obispo de San Pedro, vinculado a las organizaciones sociales y populares campesinas.
El sábado 2 de agosto, Fernando Lugo condenó el secuestro y dio su apoyo a los familiares. "Tristemente, damos nuestra solidaridad a la familia Lindstron. Hemos hablado esta mañana con su hija Luisa. Sentimos muchísimo que por un hecho de violencia que no compartimos, provenga de donde provenga, hoy no se lo pueda encontrar (a Lindstron), porque el Estado no está presente en muchos sitios de nuestra geografía nacional", declaró.
El comandante de la Policía Nacional, Fidel Isasa, designó al director de Orden y Seguridad, comisario Fulgencio Morel Chamorro, para dirigir a una dotación de 150 efectivos de la Agrupación Especializada, con refuerzo de militares y un helicóptero de la Fuerza Aérea, realizando operativos de rastrillaje por toda la zona aledaña a la estancia y el lugar donde fue abandonada la camioneta de Linsdtron, pero no hallaron más rastros de los secuestradores.

 “Pongan rápido el dinero o mataremos a su padre”

-Hola, che ha’e la secuestrador ha roipota pemoi pya’e la plata porque o sino rojukáta la itúa kuéra, porque ore aho’íma la Policía. Ha pya’e pemoi la plata o sino rojukáta la pende túa mitakuñanguéra cherendúva pya’e pemoi la ore pedido, porque rojukáta la Policía ha romanóta ápe hendivekuéra, mokóima ro’eri ha ro’erivéta chupekuéra.
La voz distorsionada que dejó un mensaje grabado en el teléfono celular del abogado Miguel Dominguez, quien acompañaba a los familiares de Luis Alberto Lindstron, sonaba amenazadora.
(Traducido del guaraní, el mensaje expresaba: “Hola, yo soy el secuestrador y queremos que pongan rápido el dinero, o mataremos a su padre, porque ya nos está acosando la policía. Y pongan rápido el dinero, o sino mataremos al papá de ustedes, muchachas que me están escuchando, pongan rápido nuestro pedido, porque vamos a matar a la policía y vamos a morir con ellos, ya les hemos herido a dos de ellos y vamos a herir más”).
La primera comunicación llegó el sábado 2 de agosto, en forma de mensaje grabado al teléfono del abogado Domínguez, y se reiteró el 5 de agosto.
Al principio los secuestradores pidieron 1 millón de dólares de rescate, luego fueron bajando la cifra, hasta los 130.000 dólares que se pagó finalmente, según la versión oficial.
Mientras, Luis Lindstron era mantenido cautivo en precarios campamentos, en medio del monte, en lugares indeterminados que, según posteriores estimaciones, se hallaban a no mucha distancia del mismo sitio donde fue capturado, entre Arroyito y Horqueta.
“La mayor parte del tiempo me mantenían con los ojos vendados, sin saber muy bien qué estaba pasando alrededor. Comíamos lo que teníamos, a veces enlatados. Durante los 43 días en que estuve secuestrado, comimos en tres oportunidades gallina casera.  Así también, a veces no teníamos nada, entonces nos aguantábamos”, relata Linsdtron.
El ganadero permanecía con manos atadas y ojos vendados, vigilado siempre muy de cerca. El campamento cambiaba de lugar cada cierto tiempo, pero las movilizaciones se realizaban en horas nocturnas.
“Más o menos en siete lugares estuvimos. Nos movíamos siempre cuando se hacía de noche, caminábamos en fila india. Si cruzábamos una calle, lo hacíamos pisando la misma pisada de quien iba adelante, de esta manera quedaba solo una huella”, recuerda.
En muy pocas ocasiones intercambiaban palabras con el prisionero. “Solo cuando me veían muy abatido, se acercaban y me decían: Tranquilo Lindstron, oho pora la trabajo hina (las negociaciones están yendo bien)”.
En días de lluvia lo metían bajo una carpa. Lindstron asegura que en general no lo maltrataron físicamente, aunque llegaron a torturarlo sicológicamente, haciéndole creer que iban a matarlo. En una ocasión lo colocaron en una hamaca, cabeza para abajo, con ojos, manos y pies vendados, y empezaron a discutir en voz alta acerca de cavar una fosa, en la cual pensaban enterrarlo.

Prueba de vida: un video grabado en medio del monte

Barbudo y flaco, con un semblante de lástima, sentado en una hamaca en medio del monte, vigilado desde atrás por un hombre con uniforme militar y un fusil automático, luego de casi 40 días de cautiverio, la imagen de Luis Alberto Lindstron hablando a una cámara de video les hizo llorar de angustia a sus familiares, pero también les alegró ver que estaba aparentemente sano y con vida.
El video había llegado a manos de Ramón Lindstron, hermano del ganadero secuestrado, la noche del domingo 7 de setiembre, como la prueba de vida exigida antes del pago del rescate. El familiar fue quien negoció por teléfono con el vocero de los secuestradores, que se hacía llamar Lucio, y quien según su propia versión no era otro que Manuel Cristaldo Mieres, subcomandante Santiago, el segundo al mando en el EPP.
Lució le pidió a Ramón que le formule algunas preguntas de tipo muy personal, cuyas respuestas solo Luis Alberto Linsdstron podía conocer. Las preguntas fueron hechas por teléfono, y en el video –grabado en el campamento- el ganadero secuestrado respondió a cada una de ellas, aseguró que estaba bien, pero sufría mucho por las precarias condiciones de cautiverio, y pedía que paguen el rescate para ser liberado pronto.
En la madrugada del martes 9 de setiembre, los hermanos Ramón y Amado Lindstron, siguiendo las indicaciones de “Lucio”, el negociador de los secuestradores, llegaron a bordo de una motocicleta, equipada con dos luces de neón, llevando el dinero del rescate en una bolsa de lana.
A través de llamadas telefónicas fueron guiados hasta un lugar, a 150 kilómetros de la ruta V, General Bernardino Caballero, a la altura del kilómetro 165, en un sector boscoso, en donde un hombre joven se les aproximó, y Ramón le preguntó: “¿Nde pio Lucio? (¿Vos sos Lucio?”, y el desconocido le contestó: “¿Nde pio Silvio? (Vos sos Silvio)”. Era la clave convenida. Ramón asegura que el que cobró el rescate era Cristaldo Mieres, el subcomandante Santiago, a quien reconoció por las fotografías publicadas en los diarios.
“Tenía una especie de detector  de metal y tras revisar todo, contó los billetes, que estaba en fajos de 10 mil dólares. Me dijo: Ya veo que sos hombre de palabra, vos ya cumpliste conmigo, y ahora yo te voy a demostrar que también soy hombre de palabra, voy a entregarte a tu hermano en cuatro o cinco días, pero me van a dar tiempo para moverme”, recuerda Ramón Lindstron. 

Un inesperado pasajero en la madrugada

Aproximadamente a las 5:15 de la madrugada del viernes 12 de setiembre de 2008, el chofer Santiago Amarilla conducía el ómnibus de la empresa La Concepcionera, que había partido a medianoche desde Asunción, con rumbo a Concepción, cuando aproximadamente a 20 kilómetros de llegar a la ciudad de Horqueta, en el lugar denominado Calle 7, cuando ve que al costado del camino aparece un hombre con aspecto sucio y desaliñado, con las ropas mojadas y muy estropeadas, que le hace señas desesperadamente para que se detenga.
Al parar el bus y abrir la puerta, el hombre sube, agitado, y Amarilla lo reconoce en seguida por las fotos que en todos esos días se estuvo publicando reiteradamente en todos los medios de comunicación. No tuvo tiempo de preguntarle nada, cuando el hombre le dijo: “Yo soy Luis Lindstron, el que estaba secuestrado. Me acaban de dejar libre, por favor, ¿me podés llevar hasta Horqueta? No tengo para pagarte el pasaje”.
El chofer y los pasajeros no podían creer lo que estaba sucediendo. Lindstron pidió si no tenían un teléfono celular para prestarle, y el conductor le pasó el suyo. El ganadero llamó a su hermano Ramón y le contó la buena noticia. Dijo que iba a ir junto a su amigo, el médico Sixto Barrios Elizeche, propietario de la Clinica San Antonio, en Horqueta, y que iba a esperar allí a que vengan a buscarlo.
El proceso para su liberación se había iniciado el mismo martes 9 de setiembre, tras el cobro del dinero del rescate, cuando uno de sus secuestradores, conocido como Petiso (quien sería Isax Burgos Aguilar) se le acercó y le comunicó que ya se había pagado por su liberación, y regresaría con su familia en pocos días más.
“El jueves viene uno de los secuestradores con la cara cubierta por una capucha, y me dice que va a peluquearme, para poder irme a casa. El me cortó el pelo, después me dieron una afeitadora, para que me corte la barba, que también ya estaba bastante larga. Allí me avisaron que esa noche sería liberado”, recuerda Lindstron.
En la lluviosa noche del jueves 11, llega hasta el campamento un hombre en motocicleta. “Habrá sido a eso de las 23:00, me vendan los ojos, me colocan un anteojos y un quepis en la cabeza, subo a la moto detrás del hombre y detrás de mí sube otro, y entre tres en la moto empezamos a recorrer como dos horas, debajo de una fuerte llovizna”, relata.
A la madrugada lo dejaron en el desolado cruce de caminos de Calle 7, junto a la ruta V, donde le dijeron que aguarde varios minutos antes de sacarse la venda de los ojos. Lindstron esperó con impaciencia casi media hora, hasta que vio acercarse al ómnibus de La Concepcionera.
El transporte lo dejó frente a la Clínica San Antonio, donde Lindstron despertó al médico Sixto Barrios, con gritos en guaraní: “Aju che ra’a, aju che ra’a (vengo amigo, vengo amigo)”. Tras el abrazo, le pidió que le mande preparar “un suculento desayuno”, porque se sentía desfallecer de hambre.
En pocos minutos, la noticia se propagaba por todos los medios de comunicación y el centro de Horqueta se convertía en un hervidero. El ministro del interior, Rafael Filizzola, y el comandante de la Policía Nacional, comisario Pedro Acuña, llegaron hasta el lugar en helicóptero. Al medio día, tras someterse a una revisión médica, Lindstron fue trasladado por sus familiares a su domicilio en Tacuatí.
Parafraseando al novelista Joseph Conrad, tras haber permanecido 43 días de cautiverio en una cárcel vegetal sin paredes, en medio del monte, Luis Alberto Lindstron había regresado desde el corazón de las tinieblas.

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